Pablo quiere volar
Pablo era un niño alegre y divertido, le gustaba jugar al futbol, montar en bicicleta, nadar, estar con sus amigos…Pero lo que más le gustaba a Pablo era volar. Claro, que como solo tenía siete años, y además no era un pájaro, no podía hacerlo. Imaginaba cómo sería estar entre las nubes, saltar entre las ramas de los árboles, ver la ciudad desde los tejados….
Aquella mañana de sábado, su abuelo le llevó al museo de la aviación. Pablo disfrutó con las maquetas, los aeromodelos, los helicópteros y los aviones de guerra, incluso pudo pilotar uno de ellos. Bueno no despegó, porque el avión era muy viejo y no tenía motor, pero cuando se sentó frente al cuadro de mandos lleno de relojes, grandes, pequeños, botones palancas, de diferentes tamaños, y cogió los mandos: Pablo fue el piloto más valiente del escuadrón.
A su abuelo también le gustaban los aviones, aunque no le gustaba volar. Nunca se había subido a un avión, pensaba que para volar, había que ser un pájaro. En la tienda del museo compraron una insignia con un elefante que llevaba puesta una gorra de cuadros y una manguera en la trompa, “escuadrón 312”. Pablo no sabía que era eso del escuadrón 312. Pero el elefante le hizo mucha gracia. También compraron algunos aviones de papel y un llavero para su madre.
Cuando llegaron a casa, Pablo no dejó de hablar. Le contó a su hermana pequeña, que había despegado un avión y que había sobrevolado el museo. Era mentira pero como su hermana solo tenía dos años, no pasaba nada. Ella le miraba y viendo los gestos de Pablo se reía a carcajadas. Incluso Pantalones, el gato, parecía divertirse con la historia.
A la mañana siguiente cuando Pablo se despertó, notó que sabanas le cubrían la cabeza, e intentó apartarlas. Pero, ¿dónde estaban sus manos? , y ¿sus brazos? Pablo era más pequeño que la noche anterior, y estaba cubierto de plumas, tenía unas patitas diminutas y cuando quiso llamar a su madre solo pudo decir ―Piiii, piii ― o algo parecido.
Pablo se quedó muy quieto. Cerró los ojos y los volvió a abrir. Estaba despierto y era un pájaro Como pudo salió de debajo de las sabanas, dio un salto y se cayó dentro de un zapato. Era un canario. Al caer no se hizo daño, tampoco intentó volar. Hacia tan poco tiempo que tenía alas, que no se le ocurrió moverlas.
Se estiró, se asomó entre los cordones, dio un saltito y salió del zapato. Se sentía muy raro, todo a su alrededor era enorme, los calcetines, los coches e juguete, hasta los play móviles eran más altos que él.
Pablo agitó las alas y sintió cómo se elevaba. No era fácil, se golpeó con el armario, con la pata de la silla…, cada vez que se tropezaba caía al suelo, hasta que se posó en la cama. Tenía que practicar. Dio unos saltitos, inclinó la cabeza, agitó las alas y llegó hasta el escritorio . Desde allí, al otro lado del espejo vio un pájaro con las plumas amarillas. Era él.
Como era un pájaro, no se podía reír, pero estaba muy contento. Se estiró, giró la cabeza, primero a un lado después al otro, levanto la cola, abrió las alas y voló hasta la lámpara. Cada vez los hacia mejor. Desde la lámpara voló encima del armario y vio la pelota de trapo de su hermana. Su madre había pasado más de una semana buscándola. Cuando se lo dijera se iba a poner muy contenta. Desde allí voló hasta la ventana. Pablo hubiera querido volar por el jardín, pero la ventana estaba cerrada, y él no podía abrirla.
Tras los cristales, el cielo estaba de color melocotón. Desde allí vio a su vecina paseando al perro, a otros pájaros revoloteando entre las ramas de los árboles, el césped, los cables de la luz…Pablo se puso triste, ¿ de qué le servía ser un pájaro si no podía salir de su habitación?
Cuando oyó que su madre se acercaba por el pasillo, voló hasta la cama. Al abrir la puerta, el primero que entró fue Pantalones, que salto sobre la colcha. Al ver al canario, el gato se quedó quieto, moviendo la cola muy despacio, casi se hizo una bola.
Pablo estaba muy asustado, Pantalones se lo iba a comer. Claro, nadie sabía que era un pájaro. El gato lo miraba con los ojos casi cerrados, mientras movía las patas para tomar impulso. Pablo, quería decir su nombre, pero solo podía piar. Cerró los ojos y se metió debajo de las sabanas. Pantalones saltó sobre él.
Debajo de las sabanas oyó a su madre que le llamaba.
—Pablo, despierta
Pablo tenía tanto miedo que no notó que Pantalones le hacía cosquillas con los bigotes, y que volvía a tener brazos y manos.
—Vamos, no seas perezoso—dijo su madre, mientras le destapaba.
Cuando abrió los ojos, vio a Pantalones, y a su madre. Ya no era un pájaro, ¿Quizás solo había sido un sueño? De pronto se acordó de la pelota de su hermana.
—Mamá, ¿te acuerdas de la pelota de trapo que perdió Irene?
—Claro la buscamos por toda la casa, y no apareció
—Yo sé dónde está.
—Pablo no digas tonterías, levanta. Vamos a desayunar.
—Mira encima de mi armario, ya verás,
La madre se subió encima de una silla y miro. Allí estaba la pelota de trapo.
—Y tú ¿cómo sabias…?
Pablo no contestó. Abrazó a Pantalones y le susurró al oído, “No lo he soñado, esta mañana he volado
Encarna 25/02/16